martes, 5 de mayo de 2009

El "Siete" se va de Camino...


A Santiago ni se va ni se viene … se llega. Es el final de un proceso pero el inicio de una nueva vida… Realizar el Camino es una experiencia que va llenando el interior de cada peregrino desde el mismo momento en que empieza a prepararse y se va viviendo minuto a minuto, incluso después de la llegada. Es algo que no se puede explicar con palabras… se vive.

Cada año se repite la historia, sólo cambian las fechas del viaje y los rostros de los protagonistas pero se repiten las emociones, las ilusiones, los temores pero sobre todo las vivencias que van a perdurar para siempre dentro de cada uno.

Como todos los años el viaje se emprende con algo de miedo… ¿Cómo será la convivencia con compañeros a los que apenas conozco? ¿Seré capaz de cargar con una mochila en la que he metido algún “por si acaso” más de los necesarios?... , pronto estas dudas se disipan y el Camino empieza a meterse muy dentro de cada uno de los peregrinos.

A las siete de la mañana quedamos en el Puerto y allí todos juntos cogimos el barco que nos llevaría a Algeciras. En la estación marítima de nuestra ciudad hermana nos esperaba un autobús que nos iba a llevar al aeropuerto de Sevilla.

Allí empezaron las emociones para algunos de nosotros que viajábamos por primera vez en avión. El vuelo de Clickair salió a la hora prevista y a las dos y media de la tarde ya estábamos en el aeropuerto de La Coruña. Allí nos esperaba otro autobús que nos llevó a visitar la torre de Hércules (el faro en uso más antiguo del mundo) y el centro de la ciudad. La plaza de María Pita fue el centro neurálgico de nuestra visita a la ciudad. De allí a Sarria, el pueblo de Lugo donde comienza nuestro Camino.

Este día siempre está llena de emociones: la primera cena con el menú del peregrino, el primer albergue, el primer anochecer fuera de casa, las fuerzas todavía están intactas y la noche es larga, hay ganas de diversión pero aún no se es muy consciente del esfuerzo psíquico y físico que se avecina por lo que hay que acostarse pronto… si los ronquidos de los profes te dejan…

Y a partir de ahí: cinco días, cinco pueblos, cinco jornadas caminando atravesando los senderos gallegos, días más o menos largos, etapas con más o menos kilómetros (cuenta la leyenda urbana que los kilómetros gallegos del Camino son más largos que los del resto del país), ampollas que hay que curar, mochilas que hay que aligerar, fuerzas que empiezan a fallar… Mañanas de caminata y atardeceres de descanso se repiten día tras día hasta llegar a Santiago.

La peregrinación a Santiago es un viaje que cada cual emprende con un objetivo diferente: Hay quien lo inicia por el placer de caminar; otros, por convicción religiosa o por el interés histórico o cultural, también es frecuente hacerlo por una promesa, o por un conjunto de todos los motivos a la vez. Pero lo que ninguno de quienes lo hincan sabe que en ese momento acomete un proceso de renovación interior que le hará cambiar el concepto de muchas cosas.


Para algunos, el Camino está cambiando a pasos agigantados pero aún queda el encanto de la hospitalidad, los refugios, el desayuno reconfortante, un “Buen Camino” que se convierte en el saludo del peregrino, las ampollas en los pies, una cena compartida con gente desconocidas pero muy cercanas – para hacer de este viaje interior una experiencia irrepetible, capaz de llevar tan lejos o tan cerca como cada uno desee.

Sí a Santiago se llega… y desde que el Departamento de Religión de nuestro Instituto propuso la experiencia hace 4 años ya somos 40 alumnos y 5 profesores los que hemos llegado.

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