miércoles, 15 de noviembre de 2006

La oración


El “lugar” de la oración

No busques lugares “especiales”.
Sólo existe un lugar para la oración, “el corazón”.
Cuando lo descubres ya no puedes dejar de orar, como tampoco puedes impedir que tu corazón deje de latir.
Si esto ocurre, llega la muerte.
Así pues una oración que no nace con cada latido del corazón no es aún una oración viva.
Consciente o inconsciente, silencioso o rítmico, gozoso o doloroso, pero siempre esperanzado, así es el latido de la oración.
Un corazón que ora se rodea de oración, pues esta no es sino dialogo con Dios y para ello, hemos de andar descalzos y subir de continuo al monte donde nos espera su Amor.
“...con todo el corazón...vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.

El “tiempo” de la oración

El tiempo en Dios no tiene comienzo ni fin.
La oración es el tiempo de Dios...
Al amanecer, cuando los pájaros festejan la llegada de un nuevo día, o al atardecer cuando todo sonido se retira, la oración supone un hermoso regalo que podemos ofrecer y recibir cada día y así, llegar a necesitarla como el aire que se respira.
El aire llena nuestros pulmones, la oración nuestro espíritu.
Y por la misma razón que necesitamos vaciar los pulmones para llenarlos de nuevo, necesita el hombre que ora renovar su espíritu.
Así, hasta que no podamos distinguir respiración y oración.
“Orad en todo momento”...

La “soledad” con Dios

Aquel que camina anda sólo, porque se sabe acompañado.
Esta senda, estrecha e ingrata en apariencia, es amplia y generosa en realidad.
Surge ante nuestra vista y nos invita a continuar.
Fascinados, olvidamos pronto lo andado, incluso lo que se ha de andar.
Obligados a recorrerla a solas, con sólo Dios, en su presencia, descubrimos que está hecha de miles de corazones.
Y es junto con ellos que vamos reconociendo el nuestro, el de todos, el de Dios...
“...entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”

El vacío interior

Ese vacío interior, que en mayor o menor medida todos conocemos, sólo puede llenarse de Dios.
Pues está hecho por Dios... y para Dios...
“No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
Esa Palabra es el alimento que necesitamos. Es por medio de ella como Dios se comunica al hombre... hasta colmarlo.
La oración es, la forma en que el hombre hace esa Palabra suya, el medio por el que la retorna completamente realizada.

El silencio interior

El silencio interior es paz, fluidez y armonía.
Es el regalo que nos hace Dios cuando su Palabra es recibida.
El esfuerzo no lleva al silencio, pero sin esfuerzo no anida.
El silencio interior nunca es falta de respuesta sino don de acogida.“y después del rayo se sintió el murmullo de una suave brisa”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hacía muchísimo tiempo que no leía nada tan bonito, profundo, sencillo e impactante como estas palabras del Nivariense.No puedo decir nada más porque cuando algo me zarandea el corazón, me quedo sin palabras. Gracias

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