lunes, 15 de enero de 2007

Carta de Buenafuente - Tiempo Ordinario (Ángel Moreno)


Al inicio del año 2007, estrenado el tiempo más largo y a veces cuesta arriba, la cotidianidad, deseo ofrecerte otra mirada sobre la historia, que la luz de la epifanía, recién celebrada, nos permite.

En el noble intento de pensar como creyentes en medio de esta hora tan horizontal y dramática, pocos elementos como el de la belleza se convierte en sí mismo en diálogo, ella es plaza de encuentro, lugar teológico, coincidencia de búsquedas, respuesta a la aspiración esencial del hombre, hallazgo anticipado de lo definitivo, pórtico de la Gloria, ventana al infinito. Algo, no obstante, me inquieta en esta referencia a la bondad de las cosas, la sospecha de que la belleza no sea compatible con la vida de quienes andan sumergidos en la prueba, de manera concreta, en la violencia, el dolor, la enfermedad, la penuria, y en este caso parezca un hablar insolidario, ajeno a la realidad.

¿Será posible encontrar bondad en tanta angustia, soledad, dolor, tristeza, trabajo, necesidad, pobreza, monotonía... como, a veces, llevan y sufren las personas durante cada jornada? ¿No será inconsciencia por mi parte, falta de realismo, genero literario, proyección del deseo, utopía, hablar de la belleza en medio de acontecimientos tan violentos como los vividos recientemente o de existencias tan probadas?

La belleza de la cotidianidad no es por el papel de seda o de celofán con los que podamos envolverla, como si fuera un producto de mercado, ni por las rebajas. Importa descubrir en lo más hondo y permanente de cada cosa la razón por la que en cada ser se encierra el brillo, el atractivo en lo aparentemente monótono y a veces aciago de la existencia.

¿Dónde fundar el resplandor de la realidad, si lo cotidiano se identifica tantas veces con lo gris, adverso y sufriente, penoso?

"No es inventar la vida para darle el brillo que no tiene. No es fabricar cada día la noticia para distraer al alma de su pena y de su encerramiento. Es sonreír y llorar, mas acompañados de otro Ser que existe y en quien se cree. En Él, sólo en Él recobra el rostro humano la fraterna mirada o la acogida a otra que no lo es tanto"

Jesucristo, con su luz, nos posibilita la profecía esperanzadora de la verdad, de la belleza y de la bondad a la que todos estamos destinados, que se nos ofrece al hilo de la andadura diaria por el desierto, desde la luz de la fe.

Feliz tiempo ordinario.

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